Monday, June 27, 2005

Bolaño y un paseo por la literatura

Hay unos poemas de Bolaño que siempre me partieron la cabeza. Se llama un Paseo por la literatura y es una sucesión de sueños con escritores. Transcribo algunos de él y después posteo algunos míos, hechos con la misma fórmula y por supuesto, mucho más débiles.
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Bolaño
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Soñé que iba caminando por el Paseo Marítimo de NuevaYork y veía a lo lejos la figura de Manuel Puig. Llevaba una camisa celeste y unos pantalones de lona ligera azul claro o azul oscuro, depende.
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Soñé que Macedonio Fernández aparecía en el cielo de Nueva York en forma de nube: una nube sin nariz ni orejas, pero con ojos y boca.
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Soñé que en un cementerio olvidado de África encontraba la tumba de un amigo cuyo rostro ya no podía recordar.
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Soñé que leía a Stendhal en la Estación Nuclear de Civitavecchia: una sombra se deslizaba por la cerámica de los reactores. Es el fantasma de Stendhal decía un joven con botas y desnudo de cintura para arriba. ¿Y tú quién eres?, le pregunté. Soy el yonqui de la cerámica, el húsar de la cerámica y de la mierda, dijo.
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Soñé que estaba soñando, habíamos perdido la revolución antes de hacerla y decidía volver a casa. Al intentar meterme en la cama encontraba a De Quincey durmiendo. Despierte, don Tomás, le decía, ya va a amanecer, tiene que irse. (Como si De Quincey fuera un vampiro.) Pero nadie me escuchaba y volvía a salir a las calles oscuras de México DF.
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Soñé que encontraba a Gabriela Mistral en una aldea africana. Había adelgazado un poco y adquirido la costumbre de dormir sentada en el suelo con la cabeza sobre las rodillas. Hasta los mosquitos parecían conocerla.
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Soñé que volvía de África en un autobús lleno de animales muertos. En una frontera cualquiera aparecía un veterinario sin rostro. Su cara era como un gas, pero yo sabía quién era.
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Soñé que la tierra se acababa. Y que el único ser humano que contemplaba el final era Franz Kafka. En el cielo los Titanes luchaban a muerte. Desde un asiento de hierro forjado del parque de Nueva York veía arder el mundo.
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Yo:
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Soñé que a pocas cuadras de mi casa en Buenos Aires, empezaba México, sin señales de transición. De pronto, íbamos tres en un auto y atravesábamos de noche el desierto de Sonora. Yo les decía a los otros dos que era un detective civilizado. Nos detuvimos en una taberna. Cuando preguntamos por Bolaño, el lugar fue arrasado por una tormenta.
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Soñé que estaba en un laberinto, iba detrás de Borges, soltando un hilo de oro para no perderme. De repente, en un cruce me encontraba con otro Borges. No era ciego, era sordo, y hablaba del amor, pero yo no sabía cuál de los dos era real.
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Soñé a Sábato en un parque oscuro, encapuchado de tormenta. Espirales de hojas, estatuas torcidas y bancos encallados formaban la tarde. Tenía un revólver negro y bruñido, apuntando a su cabeza. Tiraba del gatillo interminablemente y la bala nunca salía.
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Soñé que penetraba en un jardín umbrío, con estatuas que eran las piezas de un ajedrez disperso. Había niños jugando, en torno a los árboles. Algunos no tenían cara, otros tenían raíces por pies. En el medio del jardín, sobre una línea negra de tierra, había un trono: desde allí Silvina Ocampo impartía órdenes a los niños.
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Soñé el calor, el calor preciso de una tarde de Argelia. Con un mar hervido y una larga playa sin fin. Quise poner el cerebro en blanco, pero no pude, quise que nada me importara y tampoco pude: ahí estaba Camus, sentado en el lomo de una piedra. A sus pies, había un cadáver. Pero no era el turco indolente, ni su madre, era yo.
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Soñé con una enorme casa llena de rumores y cuartos clausurados, en una ciudad que podía ser Buenos Aires y también París. Al fondo había un patio donde Cortázar leía un manual en voz alta. Cientos de hombres hacían cola para verlo. A medida que pasaban, de acuerdo a su verdadera naturaleza, se convertían en animales, insectos o volvían a ser niños. Vi tigres, culebras, monos y un oso polar. Antes de irme, dos cucarachas se perdieron en su barba.

1 comment:

Peluka said...

Enorme.
Bolaño y también GGL.

Más, más!